¿Y qué harás por las noches? -preguntó la ratita-
Pero para mí el dormir no tendría ningún atractivo si no fuese por los sueños.
Donde todo es tan pequeño que se hace insignificante. Donde lo que tienes es lo que hay. Donde lo que no hay no existe, por lo que lo insignificante prevalece. El camino de mi computador a tu estrella.
No sé yo si eso existe de verdad o sólo es ficción cinematográfica, pero esas reuniones y las de "Avon llama a su puerta" tienen algo de especial. Por una parte está la que vende o trata de vender, que es una virguera del asunto. Muestra todos los tipos de recipientes con miles de formas para los distintos usos, de colorines, lavables en el fregaplatos y aptos para el microondas. Luego está la entusiasta que mira con los ojos desorbitados cada movimiento que la vendedora hace como si fuesen trucos de magia y que la semana anterior compró una aspiradora, una enciclopedia y un aparato para hacer abdominales. Y también podemos encontrar a la escéptica, la que rebate cada aportación de la sacerdotisa de la secta; como los personajes más extremos. Del resto que hace de relleno no merece la pena hablar.