jueves, octubre 28, 2021

Los de inglés nos comen por los pies.

 Hace unos días, jugando con mi hija a un juego de preguntas, le tocaba contestar quién es el patrón de Irlanda. Sin vacilar un instante me contestó correctamente que es San Patricio. Le pregunté que cómo lo sabía y me dijo que lo había aprendido en clase de inglés. Luego, para confirmar algo que ya intuía, le pregunté por el patrón de España, pero en este caso no supo responder como veía venir.

Es perfectamente comprensible que en la enseñanza de un idioma, se enseñe también la cultura que hay alrededor del mismo, de manera que se aporte un contexto. Pero la situación va más allá cuando gran parte de la aportación está relacionada con festividades.

Todavía muchos recordamos cuando lo normal en todas las casas era que los regalos de Navidad los trajesen los Reyes Magos, aunque ya en mi generación había algunos que los tenían por partida doble, pues también los recibían el 25 de diciembre de manos de Papa Noel. Esta figura poco a poco se ha ido introduciendo en nuestra cultura hasta el punto en que es prácticamente la imagen más icónica de la Navidad, desde el propio personaje hasta su atuendo o sus colores, aunque sobre esto último hay opiniones enfrentadas.

La siguiente festividad que nos han colado en el calendario hasta el punto en que hay personas mayores de edad que la consideran "de toda la vida" es Halloween, a la que se apuntan incluso adultos hechos y derechos.

Se puede entender que la convergencia de dos situaciones facilitan estas intromisiones. Me refiero, por un lado, a la pérdida del trasfondo de las celebraciones religiosas. ¿Quién sigue celebrando su santo?, por no mencionar las primeras comuniones por lo civil o la devoción hacia las imágenes sin profesar ningún culto. Y por otro que todas estas fiestas de importación coinciden y compiten contra las nuestras. Y claro, ante el atractivo de más regalos o de una fiesta de disfraces -tampoco se libran estas fiestas de haber pedido su referente- es fácil que sobre todo los más jóvenes se decanten sin ninguna duda por ellas.

Si seguimos con esta dinámica terminaremos por comer pavo por acción de gracias, aunque no tendremos ni idea de a quién tendremos que dárselas.


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