Números
Existió una vez un universo con
un mundo en el que la gente sentía verdadera pasión por los números. Pero no
por las matemáticas, sino por los números de los sorteos de la lotería.
Cada número, del 0 al 9, tenía a sus partidarios, que se distinguían además por sus colores. Los del 0 iban de negro, los del 1 de verde, los del 2 de azul, los del 3 de amarillo… y así hasta el 9. Había asociaciones que congregaban a fanáticos de los mismos guarismos. Se reunían todos los viernes por la tarde –que era el día del sorteo- para ver si su número era el que salía elegido.
Cada número, del 0 al 9, tenía a sus partidarios, que se distinguían además por sus colores. Los del 0 iban de negro, los del 1 de verde, los del 2 de azul, los del 3 de amarillo… y así hasta el 9. Había asociaciones que congregaban a fanáticos de los mismos guarismos. Se reunían todos los viernes por la tarde –que era el día del sorteo- para ver si su número era el que salía elegido.
Había familias que arrastraban una larga
tradición de seguir al mismo número, aunque también había casos en los que bajo
un mismo techo convivían aficionados a cifras diferentes. Incluso había
rivalidades muy encendidas. No se sabe si por ser consecutivos o qué, pero más
de una vez había habido disturbios en los enfrentamientos entre los aficionados
más radicales del 6 y del 7.
Existían también publicaciones
especializadas que durante toda la semana comentaban los resultados de los
sorteos anteriores y hacían conjeturas sobre las probabilidades de los
venideros. También establecían una clasificación con el orden de más a menos contando
las ocasiones en las que había salido ganador en el sorteo cada número.
Curiosamente ese año, el 7, que siempre había tenido muchos seguidores, apenas
había salido un par de veces y andaban últimos en la clasificación.
Todos los años había una fecha
que los aficionados de todos los números esperaban con mucha expectación: El
día del Gran Sorteo. Ese era único y diferente a los demás. Se engalanaba el
salón de sorteos y cada año iba una celebridad del país a sacar la bolita que
otorgaría el premio al número ganador. Desde muchas horas antes la gente se
preparaba para el sorteo. Prácticamente todo el país se paralizaba durante toda
esa tarde y después del sorteo, los aficionados del número ganador festejaban
su victoria por las calles hasta altas horas de la madrugada.
Curiosamente, en ese mundo de ese
universo, no existían los billetes de lotería.