Telefonilloconferencia
Cuando el nivel de cultura y civilización del Hombre llegó al punto en que era interesante contar cosas, a lo más que se llegaba era a lo que diese la potencia d elos pulmones del orador en el foro público.
La tecnología también ha proseguido su propia evolución y desde lo primitivos micrófonos hemos llegado a las videoconferencias a través de internet.
Pero como de las utopías no se vive, no nos podemos creer ni fundar un planteamiento basado en que toda la humanidad tiene el más mínimo interés por ausntos sesudos que les hagan agitar las neuronas y mucho menos, que tengan acceso a la red. Pero no va a ser hoy el día en que escriba sobre las injusticias sociales y su efecto en particular ne este mundo paralelo y particular.
A lo que vamos: el humano medio, con el cerebro a medio estrenar y con ancho de banda en su casa, cuando se conecta lo que quiere ver son tetas, o bien rabos; según las preferencias particulares.
Total, que el uso de la red, salvo cuando se tienen otros dos ojos por encima del hombro, es para ver carnaza. Y luego estarán los que quieren contar algo y encima que les atiendan.
Se equivocan señores, se confunden, yerran, se alejan muy mucho de la realidad.
Pero no se preocupen, que yo desde aquí les planteo una solución, además de muy bajo coste: y no es otra cosa que la telefonilloconferencia.
Instálese cómodamente en su cocina y desde ese aparatejo con el que importuna a la hora de la siesta el cartero comercial -ese que sólo y siempre llama a su casa, aunque viva en un bloque de mñas de veinte viviendas- proclame al mundo sus ideas, sus inquietudes, sus reflexiones.
Buneo, al mundo o a quien pueda pasar por su calle.
La tecnología también ha proseguido su propia evolución y desde lo primitivos micrófonos hemos llegado a las videoconferencias a través de internet.
Pero como de las utopías no se vive, no nos podemos creer ni fundar un planteamiento basado en que toda la humanidad tiene el más mínimo interés por ausntos sesudos que les hagan agitar las neuronas y mucho menos, que tengan acceso a la red. Pero no va a ser hoy el día en que escriba sobre las injusticias sociales y su efecto en particular ne este mundo paralelo y particular.
A lo que vamos: el humano medio, con el cerebro a medio estrenar y con ancho de banda en su casa, cuando se conecta lo que quiere ver son tetas, o bien rabos; según las preferencias particulares.
Total, que el uso de la red, salvo cuando se tienen otros dos ojos por encima del hombro, es para ver carnaza. Y luego estarán los que quieren contar algo y encima que les atiendan.
Se equivocan señores, se confunden, yerran, se alejan muy mucho de la realidad.
Pero no se preocupen, que yo desde aquí les planteo una solución, además de muy bajo coste: y no es otra cosa que la telefonilloconferencia.
Instálese cómodamente en su cocina y desde ese aparatejo con el que importuna a la hora de la siesta el cartero comercial -ese que sólo y siempre llama a su casa, aunque viva en un bloque de mñas de veinte viviendas- proclame al mundo sus ideas, sus inquietudes, sus reflexiones.
Buneo, al mundo o a quien pueda pasar por su calle.
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